19/09/15
I have always depended upon the kindness of strangers.- Tennessee Williams, A Streetcar Named Desire (1947)
I did not know where I was standing until page sixty-seventy-something of this book called Una Suerte Pequeña (A Little Luck). That usually makes me feel rather uncomfortable. It is not that I want to know everything in page one—that was a lie, my literary anxiety demands me to know everything as I open the book, can't help it, I have a problem, you know it, I know it, let's move on—, but when a book starts slow, I tend to lose my interest in it. Judge me, be my guest. I will not lie to make myself look better. For that is an exhausting task. Anyway, this book starts slow.
Delightfully
slow.
It captivated me. It unapologetically captivated me. Claudia Piñeiro manages time as she pleases. She can do anything she wants with it. She walked, I followed. Sure, cursing, asking for more details, moments, names, demanding information to ease my doubts and put my brain on hold after imagining many hypothetical scenarios... but I followed.
She kept me asking for words, context. Solve the damn thing, who are they? What is going on? Give me something I can work with!
She delivered. I waited with the fake patience of a grown-up, a cool adult, a mature reader waiting for the story like a child staring at the Christmas tree the next morning. And she gave me everything.
This is a story of a woman, Mary Lohan or Marilé Lauría or María Elena Pujol. Three names, three places in life; one person. I saw her past, I saw her forming her own family. I saw her facing tragedy, rejection, losing everything she had. I saw her separated from the one she loved the most. Being surrounded by people and realizing, years after, that she really did not had anyone but social conventions and moral cliches. I saw her running away, punishing herself, reinventing herself. Finding the kindness of a stranger that would later defy even the limits of matter. I saw her contemplating her life, beholding...
the abyss that draws or repels in a single act.El abismo que atrae y repele en un mismo acto. (30)
...and asking to herself the question that every human being asks at least once, and might be afraid of finding the answer.
¿Fui feliz alguna vez?Have I ever been happy? (194)
I saw me. I found a bit of me in her. In María Elena, in Marilé, in Mary. The unsettling emotion fed by the connection between the character and me.
And I know my answer.
Así sucede con los grandes personajes de la literatura, siempre encontramos un puto, una arista, un gesto donde podemos ser ellos. O al menos podemos ponernos en su lugar.That's what happens with great characters in literature, we always find a point, a side, a gesture where we can be them. Or at least, we can put ourselves in their place. (179)
Like I said before, Piñeiro knows what to share and when. Her words drag you out of reality and make you plunge in the deep sea of her story. Her writing possesses the simplicity that conveys a whole world. The book is presented with such an original structure that you have no other choice than to suck it up, find patience and savor every word. It will not be hard. You will not be able to leave the story until it is finished. All puzzle pieces in their place. All the clues you recollected during this journey, ready to solve the mystery, to ease the guilt, to start again. Once you open the book, you are done...
I was done. And I have cried. Twice. This book made me cry twice. I know when. I know that I was listening to the radio and I realized the presence of some tear while “(Sittin' on) The Dock of the Bay” was playing (funny fate, if there is such a thing). I remember the pages. I wrote on them. I branded them. They are not mine but I feel them close. Because the writer talked to me. The echo of her voice resonated from my brain to my eyes. She talked to me. I think I would like to answer. To her. To anybody willing to listen. Quite rare these days, don't you think? Or maybe not, and I just did not have too much luck.
How many damaged people are wandering through the vastness of this Earth, longing for someone that would help them repair things, before it is all broken for good? Many people surrounded by the loud silence of loneliness, recreating in their minds a chat with a stranger. At a coffee shop. At a Japanese restaurant. At a bookshop. A conversation that leads you to a future friend. A partner. The last person you could see in your life. Some sort of happiness. A little crumb that resembles happiness. The warmth of resemblance. Redemption. Something.
No. Some things cannot be repaired only by us. No matter how much we wish they were. To find a peaceful place to fix a damaged existence, to overcome the distrust that defines this world in order to find that place in the kindness of a stranger... No, my friend, that is not a little luck.
Not a little luck, at all.
Rating: ★★★★
19/09/15
Ella me mantuvo pidiendo por más palabras, contexto, algo. Resolveme algo, ¿quiénes son? ¿Qué está pasando? ¡Dame algo con lo que pueda hacer ALGO!
Hay cosas que solos no podemos reparar. Sin importar cuánto lo deseemos.
Not a little luck, at all.
~ Traducción ~
Rating: ★★★★
19/09/15
Siempre he dependido de la amabilidad de los extraños- Tennessee Williams, Un Tranvía Llamado Deseo (1947)
No
sabía donde estaba parada, hasta la página sesenta, setenta y algo
de este libro llamado Una Suerte Pequeña. Eso es algo que,
por lo general me hace sentir un poco incómoda. No es que yo quiera
saber todo en la primera página (eso, ahí, fue una mentira, mi
ansiedad literaria exige que sepa todo al abrir el libro; no puedo
evitarlo, tengo un problema, vos lo sabes, yo lo sé, sigamos), pero
cuando un libro comienza lento, tiendo a perder mi interés en él.
Juzguenmé, adelante. No me voy a disfrazar de algo que no soy para
verme mejor; eso sería una tarea agotadora... Volviendo al tema,
este libro comienza lento.
Deliciosamente
lento.
Y
me cautivó. Sin pedir permiso, sin disculpas, me cautivó. Claudia
Piñeiro logra manejar el tiempo como lo desea. Puede hacer lo que
quiera con él. Ella caminó, yo seguí. Claro, maldiciendo,
puteando, pidiendo más detalles, momentos, nombres, exigiendo
información para aliviar mis dudas y poner mi cerebro en recreo
después de imaginar varios escenarios, hipótesis, conclusiones...
pero la seguí.
Ella me mantuvo pidiendo por más palabras, contexto, algo. Resolveme algo, ¿quiénes son? ¿Qué está pasando? ¡Dame algo con lo que pueda hacer ALGO!
Ella
entregó. Esperé con la paciencia falsa de un adulto, un adulto que
se hace el interesante, un lector maduro esperando el desarrollo de
la historia como un niño ante el arbolito de Navidad en la mañana
siguiente. Cautiva. Ella me dio todo.
Esta
es la historia de una mujer, María Lohan o Marilé Lauría, o María
Elena Pujol. Tres nombres, tres lugares de la vida en un mundo. Vi su
pasado, la vi formar su familia. La vi frente a la tragedia, frente
al rechazo, perdiendo todo lo que tenía. La vi separada de la
persona que ella más amaba. Rodeado de gente y para, años después,
darse cuenta, de que realmente no tenía más que convenciones
sociales, frases hechas. La vi huir, la vi castigándose,
reinventándose a sí misma. La vi encontrando la amabilidad de un
extraño que llegó a desafiar el límite de la materia. La vi
contemplando su vida, observando...
...el abismo que atrae o repele en un solo acto. (30)
...y
haciéndose la pregunta que todo ser humano se pregunta al menos una
vez en la vida, sin saber si está preparado para recibir la
respuesta.
¿Alguna vez he sido feliz? (194).
Me
vi. Me vi un poco en ella. En María Elena, en Marilé, en Mary. Esa
sensación inquietante alimentada por la conexión entre el personaje
y yo.
Y
tengo mi respuesta.
Eso es lo que sucede con los grandes personajes de la literatura, siempre encontramos un punto, un lado, un gesto en el que podemos ser ellos. O por lo menos, podemos ponernos en su lugar. (179)
Como
dije antes, Piñeiro sabe qué compartir y cuándo. Sus palabras te
toman del brazo y te sacan fuera de la realidad, para sumergirte en
las aguas profundas de su historia. Su escritura posee la sencillez
que transmite todo un mundo. El libro se presenta con una estructura
tan original que no tenés más remedio que aguantarte, encontrar la
paciencia necesaria y saborear cada palabra. No va a ser difícil.
Porque no vas a ser capaz de salir de la historia hasta que esté
terminada. Todas las piezas del rompecabezas en su lugar. Todas las
pistas que recolectaste durante el viaje, listas para resolver el
misterio, para aliviar la culpa, para empezar de nuevo. Una vez que
abrís el libro, fuiste...
Fui.
Y lloré. Dos veces. Este libro me hizo llorar dos veces. Yo sé
cuándo. Sé que estaba escuchando la radio y me di cuenta de la
presencia de alguna lágrima mientras sonaba “(Sittin' on) The dock
of the bay” (destino cómico, si es que existe). Me acuerdo de esas
páginas. Escribí en ellas. Las marqué. No son mías, pero las
siento cerca. Porque la escritora me habló. El eco de su voz resonó
desde mi cerebro hacia los ojos. Ella me habló. Creo que me gustaría
responder. A ella. A alguien dispuesto a escuchar. Algo raro en estos
días, ¿no? O tal vez no, y es que, en verdad, no tuve demasiada
suerte.
¿Cuántas
personas dañadas andan vagando por la inmensidad de esta tierra,
anhelando que alguien les ayude a reparar, antes de que todo se rompa
para siempre? Tantas personas rodeadas por el silencio estrepitoso de
la soledad, recreando en sus mentes una charla con un extraño. En un
café. En un restaurante japonés. En una librería. Una conversación
que puede llevar hacia un futuro amigo. Un compañero. La última
persona que podrías ver en tu vida. Algún tipo de felicidad. Alguna
migaja de algo parecido a la felicidad. La calidez del parecido.
Redención. Algo.
Hay cosas que solos no podemos reparar. Sin importar cuánto lo deseemos.
Encontrar
un lugar pacífico donde podamos arreglar una existencia dañada,
vencer la desconfianza propia de este mundo para dar con ese lugar
en la amabilidad de un extraño. No, eso no es una suerte
pequeña.
No
es una suerte pequeña, en lo absoluto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario